Noté como la mano de mi madre acariciaba mi rostro, aún tenía fiebre, hacía tiempo que no me subía de este modo, empiezo a tener miedo...
Oía a mi madre hablar con el sanador, parecía preocupada, cada día que pasaba en cama lo estaba más.
Una mañana pude abrir los ojos, madre ya no estaba allí, parecía estar descansando de estar unos días cuidando de mi, pero no importaba, estaba mi hermano, me alegré.
-Hacía mucho que no te veía Ambalë... -Pude articular con una queda voz.
Se sentó a mi lado, sonriente también, mi hermano para mi era como mi segunda vida.
-He estado... ocupado. -Me tendió una taza con algo humeante. -Tómatelo, parece que está sentando bien.
-¿Qué es?... -La cogí sin miedo, de él nunca podría ser nada malo. Luego me di cuenta de su mirada.
-No te preocupes... -Pareció que me leyó la mente y eso me preocupó más.
-Madre...
-Madre no sabe nada... -Y cada palabra que soltaba, por poca que fuese, me preocupaba más.
-¿Qué has hecho...? -Alejé un poco la infusión de mis labios.
-Trabajo para alguien importante... esto fue un favor que pedí. Conocí a aun alquimista que podía ayudarte, está estudiando el porque algunos elfos como tú nacen enfermos, ya que no es normal que enfermemos, quiere ayudarte.
-No te pasará nada, ¿verdad...?
Como respuesta solo me sonrió.
-He de volver al trabajo...
-Ambalë...
Poco más recuerdo de aquellos días, pero se perfectamente como me sentía después de tomarme gradualmente aquella medicina. Mi cuerpo fue cambiando, haciéndose más fuerte contra la enfermedad, menos propenso al dolor, se que incluso mi carácter estaba cambiando, pero para mal...
Recuerdo las discusiones con mi familia, con toda la gente que me rodeaba, estallidos de furia y ganas de destruirlo todo a mi alrededor si me negaban algo, ¿por qué?, con el tiempo descubrí que era esa medicina la que me estaba haciendo eso, tarde.
Le dieron unas órdenes directas a Ambalë, debía llevarme junto al alquimista para quedarme con él, quería poseer el fruto de sus experimentos y hacerse con el arma en la que me había convertido, mi hermano se negó, no quería dejarme en manos de alguien como él cometiendo el mismo error que cometió la primera vez por un engaño. Fue entonces cuando me di cuenta que ya era de su propiedad.
El alquimista me dio orden de acabar con la vida de la prometida de mi hermano para que sufriese, alguien debía pagar la insubordinación de Ambalë y esta iba a ser la elfa con la que se iba a casar en poco. Mi cuerpo no obedeció a mi mente, pude ver con mis propios ojos como la magia negra que fluia por mis venas se encargaba de inmovilizar el cuerpo de aquella mujer y dejarlo sin vida. Ambalë llegó tarde pero pudo ver el último aliento que salió de los labios de su futura esposa, algo que le marcó para el resto de sus días convirtiéndolo en una sombra de lo que era. Ambos hermanos pasamos de ser uña y carne a ser unos completos y marchitados desconocidos.
Con lo que no contaba aquel alquimista era que por mucho que pudiese odiar un elfo es que unos hermanos lo eran hasta la muerte, nada estaba por encima de su sangre y aunque volví a caer enfermo por la falta de administración de aquel veneno, Ambalë se encargó de acabar con su miserable vida.
La oscuridad tal como vino se fue, dejando de nuevo aquellos dolores y fiebres, mis sentimientos malignos no fue lo único que se llevó, varios recuerdos abandonaron mi memoria por lo que ahora soy muy diferente a lo que recuerdo de mi...